sábado, 13 de diciembre de 2014

Insomnio con sabor a ti.

Y te paras a pensar en la grandeza de momentos que para cualquiera podrían pasar desapercibidos. Te paras a pensar en lo bonito que puede ser algo tan efímero. Un beso, una mirada, una caricia, una palabra, una sonrisa... No sé, a veces nos acostumbramos, y cosas tan especiales como estas pierden sentido. Esa chispa, esa magia. Supongo que es un defecto humano, esa manía de acomodarnos. Pero cuando te paras a mirar a tu alrededor y ves el mundo que te rodea, cuando lo ves de verdad, cuando te fijas en esos pequeños detalles, el mundo parece mejor por un momento.
Pero hoy no vengo a hablar de eso. Hoy vengo a hablar de lo bonito que es hasta recién levantado, de las ganas de besarlo hasta cuando duerme, de la tranquilidad que me hace sentir al abrir los ojos y ver que está a mi lado, de la belleza de su cuerpo envuelto entre sábanas, de sus labios, de su pelo. Vengo a hablar del arte de dormir entre sus brazos, de la delicadeza de cada beso de buenos días. Vengo a hablar de él, mi octava maravilla.
Por eso empiezo hablando de la grandeza de los momentos, porque eso me hace ver él. Me hace parar y observar cada detalle que hay a mi alrededor, y lo consigue, porque a su lado la vida es más bella. No sé, desde el hola hasta el adiós no tengo problemas, mi mente queda en blanco y solo estamos nosotros dos.
Y ahí todo tiene sentido. A veces, solo necesitas a alguien que te pare y te haga ver que no todo es tan malo si sabes como mirarlo, si sabes con quien estar parado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario