.gif)
Ya puedes llamarle amor. Amor no buscado, amor repentino, amor inoportuno, amor inevitable. Un cruce de miradas y saliste del pozo para entrar en la trampa. Y ahora solo hay dos maneras de salir de ella, volviendo al pozo, o cazando al cazador.
Buenos días y buenas noches, el corazón late fuerte, la sangre recorre tus venas y miles de escalofríos te recorren hacíendote sentir que quizás es él, que esta vez posiblemente sea una buena elección. No tienes prisa. Todo para que no se escape, cualquier movimiento en falso puede echarlo todo a perder, y tú lo sabes. Por eso mismo cuidas cada palabra, cuidas cada indirecta, cada reacción. Estudias sus contestaciones y sus comportamientos y esperas. Con calma, sin agobios, sin presión. Para ti solo estais tú y él. Y a pesar de que el miedo recorre tu cuerpo cada vez que hay un indicio de terceros tú mantienes tu posición firme. Si tiene que ser así, así será.
Quizás podrías llamarle amor, pero no quieres arriesgarte a equivocarte de nuevo. Mejor así, sin nombre, sin etiquetas, sin nada que lo defina. Porque no se define, se siente. No se explica, se entiende. No se busca, se encuentra.
Piensas que si él no estuviera todo sería casi imposible, que sin esas sonrisas que te sacó habría días en los que no te levantarías de la cama. Y de hecho, si no fuera por él, lo hubieras hecho. Ahora es el centro, y es raro. No estás acostumbrada a que haya uno, único e incomparable. No estás acostumbrada a darlo todo. Siempre has jugado a dos bandas y por eso ahora es raro. Pero te gusta, aunque sea una locura arriesgarlo todo. Tu decisión está tomada y si no es él, la respuesta es NO. Te cierras a los demás, aunque sabes que eso traerá sus consecuencias. Pero realmente no quieres conocer a nadie más.
Me atrevería a decir que lo ha cambiado todo, porque sí, lo ha hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario